miércoles, 3 de marzo de 2010

Que salvarias en un terremoto?

Cuántas veces nos hemos preguntado eso o hemos contentado la pregunta en alguna encuesta para matar nuestro tiempo de ocio!!
Siempre uno piensa, el pc, las fotos y añade la frase “yo no se que haría sin mi…”
El viernes fui a compartir a la casa de mis mejores amigos, nos reímos, comimos un asado, vino, risas, terminamos viendo tonteras en youtube. Llegué a mi casa como las 2:30 de la mañana, preguntándome que hacía ahí si meses atrás arrendaba un depto en calle Vergara, hermosa vista, céntrico, noveno piso. Un fracaso sentimental me hiso decidir volver a la casa de mi madre, por un tiempo, mientras me acomodaba emocional y monetariamente. No quería estar ahí, no quería llegar, no quería volver, pero era mi nido, mi pieza estaba ahí con mis cosas mas preciadas, todo amontonado, pero mío.
Yo no le temo a los temblores, no me levanto pero esa madrugada, si lo hice.
Mamá!, grité, sígueme!. No se por qué salí al patio, no se por qué algo me decía que la cosa venia heavy. Mi mamá media dormida me dice: “ Ponte zapatos niñita!”.
No se cómo abrí la puerta de la cocina que da al patio, no llegábamos nunca , cada paso lo daba en el mismo lugar, no sentí las piedras, ni las espinas ni nada del suelo de tierra, el ruido era espantoso, cada vez más ensordecedor. Y así, descalza tomé la mano de mi mama mientras el movimiento aumentaba, casi nos caímos. Llegamos a una escalera de tijera que estaba en el patio. Uno de los muros cayó en cámara lenta. En mi mente pensaba que el árbol más grande del patio estaba a dos metros pero no éramos capaces de llegar a él.
En mi mente pensaba “ esta wea es peor que el 85” y mi mamá lo verbalizó y dijo : “ es peor que el 85” Traté de tranquilizarla, nos tomamos de las manos o de los brazos, ya no lo sé. Se veían los destellos de los cables, como flashes de tormenta. Mi mamá rezaba, no pudimos, olvidamos el Padre Nuestro y de pronto… se detuvo.
Silencio eterno… tan ensordecedor como el terremoto, el perro nos miraba con sus orejas atentas a la instrucción, y la luna… brillante, cerca, madre … nos iluminaba y se volvió día por unos minutos.
Al entrar a la casa la imagen era como un robo, alguien había entrado en nuestro hogar y hurgueteó todo, abrió los cajones y desordenó. Buscó pero no se robó nada. El corazón apretado. “Vecina, está bien?” fueron nuestras primeras palabras al mundo.
¿Qué salvaría? Nada. Porque lo más preciado lo tenia de las manos mientras todo se derrumbaba, otra vez.