miércoles, 17 de junio de 2009

Ciudad....


La ciudad nos atrapa de forma imperceptible, caminamos, nos movemos, trabajamos, vivimos.

Sin percibir que la ciudad crece, se mueve y vive tanto como nosotros, que ha ido creciendo con el pasar de los años, ha cambiado, se ha vestido con nuevas telas y conocido distintas realidades.

La ciudad es un reflejo de nuestra historia, de nuestra idiosincrasia, respira cada nueva idea, multiplica cada respirar, alberga cada esperanza.

Dentro de este ser viviente, crecemos, como un microcosmos y las mentes se conjugan con distintos pensamientos. La capacidad creativa y sanadora fluye entre los habitantes de la ciudad, dando espacio a la creación colectiva, la expresión artística y la presentación del progreso.

Cada esquina puede representar un sentir, un mirar; cada cruce de calle expresa la convergencia de los seres que habitan la urbe. En cada esquina está estampada la historia colectiva e individual, donde el caminante captura su esencia sin darse cuenta, con una osmosis poco efectiva

Camina por calles llenas de historia, pasa frente a casonas llenas de recuerdos: vivos testigos de sucesos y personajes con un valor importante para la ciudad. Todos los días nos nutrimos inconscientemente del clamor del recuerdo, del arquitecto extranjero que creó una pequeña Londres, de los pitazos sordos de los trenes de antaño y de la energía mística del indígena en nuestros cerros y peñones, el sonido del Mapocho cruzando la ciudad por su cause real que no es más que un borroso recuerdo.

¿Qué sucedería si despertamos al transeúnte? ¿Qué sucedería con las personas que caminan con la mirada distante? ¿Que pasaría si les mostramos la vida de la ciudad?

El hombre mirará la ciudad con otros ojos, más agudos y con hambre de saber, saber el por qué del adoquín, el por qué de la cantera, saber que aquel viento que juega con él tiene un nombre.

Llevar a los estudiantes a la realidad, a su ciudad, donde se conjugan las razas, las ideas, los contrastes arquitectónicos, es una caja de pandora dispuesta a entregar el conocimiento sin la explosión del caos, sino llenando cada mente y corazón con el conocimiento.

La ciudad como núcleo educativo radica su importancia en ser la esencia de la comunidad, la ciudad es a personas como familia es a un hijo. Convertirnos en cómplices de su caminar a través de la educación, entendiendo el concepto como un todo, como un respirar profundo de nuestras raíces, percibir, deducir, apreciar.

Una ciudad que entrega poesía, que entrega historia y un sinfín de realidades convergentes. Mostrarle al ciudadano que no sólo el estudiante puede aprender, puede crear, puede regalar poesía. Mostrar una ciudad amigable, entregada, domable y placida entre el ruido, la vorágine y el andar apurado.

Capturar, divulgar, respirar el movimiento educativo infinito de la ciudad, donde todos compartimos un denominador común, donde todos somos aprendices y maestros, donde cada individuo tiene algo que enseñar. Producir, analizar, deducir, inducir cada realidad de la ciudad donde la valoración del maestro radica en el querer aprender.

Mirar con ojo critico el grafiti, el manisero y el Mc Donnalds de la esquina, saber por qué conviven con el santiaguino, diferenciar, inferir, apreciar mi ciudad como fuente infinita de conocimiento, de autoevaluación y barómetro valórico y llegar finalmente a la creación propia.

Cada individuo es capaz de ser aprendiz, de ser maestro y en un acto casi sicomagico volvernos cómplices del movimiento citadino.

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